Reproducimos este documento que nos hizo llegar el Comité Amigos de Puerto Rico de México por entenderlo de mucha pertinencia (F.C.F.).
COMITÉ AMIGOS DE PUERTO RICO
El caso de Puerto Rico y la Confederación de Estados Latinoamericanos y Caribeños
Preámbulo
Forjar una nación no es tarea de días ni de meses. Es una obra larga y difícil. Una nación no se hace en una hora. Una nación se hace sobre sus esencias. Se funda en el crisol de su historia, amalgamando dialécticamente los perfiles que le dan personalidad propia en el interactuar consigo mismo y con otras nacionalidades forjadas y en formación.
Toda la historia del continente americano se aglutina en su origen en una concepción colonialista a la que ha sido necesario combatir desde los preliminares de nuestras existente repúblicas y colonias. Colonialismo imperial contra el que debemos luchar hoy con la misma pasión y voluntad de ayer.
Nuestra América, todavía brega por alcanzar la plena independencia y por cerrar el ciclo emancipador y el proceso histórico de su destino contra los imperios de ayer que son los mismos de hoy.
El proceso histórico de la emancipación de nuestra América, no estará concluido mientras subsistan en el Continente regiones sujetas a la subordinación que implica sistemas coloniales. La existencia de colonias directas o con eufemísticos nombres constituye un verdadero peligro para la paz y la seguridad de nuestro Continente. Altera y quiebra la unidad continental. Condición básica para la efectividad política y económica del sistema interamericano.
Trasfondo histórico general Como debe ser sabido por todos el proceso de la liberación de América Latina y el Caribe en el siglo XIX fue una prueba elocuente de solidaridad continental. Para ello, hombres y mujeres (Simón Bolívar, José de San Martín, Manuelita Sáenz, Antonio J.Sucre, Mercedes Barbudo, Alexander Petion, Ramón Betances, Máximo Gómez, Benito Juárez, Eugenio Ma. Hostos, Lola Rodríguez y Eloy Alfaro por mencionar algunos) de todos las naciones y pueblos que hoy configuran la vida e historia republicana de nuestra América se confundieron para liberar a nuestro Continente.
El 1 de enero de 1802, Haití, la máxima colonia francesa (tan importante como era India para el imperio británico, la que surtía a casi toda Europa de azúcar y café) declaró su independencia patria. Negros libertos, esclavos y mulatos hicieron realidad con sus machetes el tríptico masónico que los republicanos franceses de la Revolución Francesa (1789) les negaron: “Libertad, Igualdad y Fraternidad” Convirtiéndose así en la “Cuna de la Independencia de América Latina y el Caribe” e inmediatamente en el bastión pro independencia del continente y el bastión anti esclavitud y anti trata negrera mundialmente.
Casi simultáneamente, el resto de la América española, ante la invasión y dominio imperial de la Francia napoleónica sobre España, viendo a su monarca Fernando VII encarcelado y sustituido en el trono por José Bonaparte, optaron como colonias, en la mayoría de los casos, a crear Juntas de Gobierno (vinculada a la Junta Central en España) para administrar las colonia en espera del resultado final en la España que resistía. Las menos optaron por declarar sus ansias de independencia política y combatir por ella enfrentado en el proceso las contraofensivas de las fuerzas coloniales españolas y, no menos importante, la de amplios sectores sociales de sus respectivas jurisdicciones.
En Haití (Tierra de montañas en lengua taína) – localizada en la parte este de la Antilla La Española – encontraron refugio y apoyos por igual, antiesclavistas e insurrectos independentistas latinoamericanos y caribeños, entre ellos Simón Bolívar Palacios quien había fracasado tratando de lograr la independencia de su patria.
El sabio y revolucionario presidente haitiano, Alexander Pation, no solo armó la nueva expedición que debía independizar a Nueva Granada, además determinó que debía ser Bolívar quien comandara la misma y que en la expedición armada fuesen oficiales haitiano veteranos triunfantes de la guerra de independencia haitiana. Ese acto solidario fue el inicio del final del imperio español en el Norte de Sur América. Una sola cosa le pidió a cambio Petion a Bolívar, que por donde fuese su espada libertaria fuera emancipando a los esclavos. Bolívar le cumplió y además los integró a sus fuerzas militares y en sus gestas guerreras. Llevando a costeños de tierras calientes a las cumbres de los Andes y a los montañeses de las cumbres heladas a tierras calientes (áreas geográficas y climáticas desconocidas para ambos sectores) hasta lograr la independencia de lo que hoy son las repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú (Panamá era parte de Colombia).
Por otra parte, desde América del Sur, desde el Virreinato de Río de la Plata venía otro gran libertador, José de San Martín con sus huestes gauchas independizando al Cono Sur, estableciendo repúblicas y cediendo el poder gratuitamente en Chile hasta encontrarse en su momento con su par, Bolívar, en el alto Perú.
Al terminar el proceso revolucionario independentista en 1830 con la muerte de Bolívar, de aquel enorme territorio colonial que abarcaba la mitad del área sureña de Este a Oeste de lo que hoy es “territorio nacional” de Estados Unidos de América hasta Cabo de Hornos, en el Cono Sur de América, quedaron sin lograr sus respectivas independencias: Cuba y Puerto Rico. Naciones tan o más definidas que algunas de las que lograron su independencia y su Estado nacional. A algunas de ellas Bolívar y Sucre les impusieron la independencia por las armas, y otras la consiguieron sin tirar un tiro contra el imperio español, independizándose de México .
Trasfondo histórico independentista de Puerto Rico en el siglo XIX
Hay que tener presente que el Municipio de San Germán, en Puerto Rico, fue el primero que respondió al llamado independentista del Ayuntamiento de Caracas en el comienzo del siglo XIX, y dio instrucciones a su comisionado ante las Cortes Españolas, Ramón Power Girat (Vicepresidente de la Junta Central), para que transmitiera al Gobierno de la Corona de España, la determinación de Puerto Rico de reivindicar su soberanía natural, en el caso de que no prevaleciera la de Fernando VII, monarca de España secuestrado por Napoleón Bonaparte
Los puertorriqueños que habían contribuido a la formación y lucha de las patrias americanas, también deseaban alcanzar la misma independencia y soberanía. Desde los albores de las gestas emancipadoras en nuestra América se hacía presente las luchas independentistas en Puerto Rico vinculada con la de Nuestra América. En esa lucha independentista se destacó el puertorriqueño Antonio Valero de Bernabé, quien ocupó sitial destacado, llegando a alcanzar el rango de General y ser uno de los hombres más cercano, leales y de confianza del “Libertador” Simón Bolívar.
Valero – nacido en el municipio de Fajardo en el Oriente de Puerto Rico – combatió en México, Venezuela, Colombia, Perú y en Panamá.
En México participó junto con el Virrey español Juan O’Donojú y Agustín Iturbide en los Tratados de Córdova que dieron luz a la independencia de México. Combatió en contra de los realistas que se oponían a la independencia. El Gobierno mexicano le dio el grado de Brigadier y le otorgó la medalla Libertadores de México. Su Congreso le encargó redactar los reglamentos para el nuevo ejército mexicano. En su momento fue considerado, al igual que los dos mencionados, para ser el primer ejecutivo del ya México independiente En desacuerdo con el rumbo político que tomó México al Iturbude hacerse emperador destruyendo la representación nacional, restableciendo la Inquisición política y religiosa y persiguiendo a los republicanos mientras halagaba a los borbonistas pidió su pasaporte para salir de México . Al preguntarle Iturbide las causas, le expreso: “que él sabía mejor que yo; que todavía existen en el continente algunos puntos hollados por la planta de nuestros comunes tiranos; que estaba decidido a salir ; y que la única recompensa que exigía por mis servicios era mi pasaporte.” De México salió hacia Venezuela.
Fue Sub Jefe del Estado Mayor General del Ejército de Colombia. Jefe del Estado Mayor del Ejército de Venezuela. Secretario de Guerra y Marina de Venezuela. Jefe Militar del Istmo de Panamá y Gobernador Militar de Puerto Cabello. Y alcanzó el grado de Brigadier. Participó con el Gral. Sucre en el combate del Ayacucho. Participó junto a los cubanos Gaspar Betancourt Cisnero y José Aniceto Iznaga en los planes de liberación de Puerto Rico y Cuba. Por haber logrado la rendición del puerto-fortaleza del Callao, Perú –último bastión militar español en Sudamérica- se le conoce como el “Héroe del Callao” Consideraba que Puerto Rico independiente debía integrarse a la Gran Colombia (Venezuela, Colombia y Ecuador)
Valero, además, fue un ilustre y poderoso hermano masón (33º). Por orden del “Libertador” Bolívar fundó, afilió, regularizó y jurisdiccionó las logias masónicas peruanas (diez) al Gran Oriente Colombiano. Llegó en 1825 a Lima, Perú con poderes especiales conferidos por el Gran Oriente Nacional Colombiano con sede en Caracas. Una de las logias fundada por ´fue 1ra. Logia Ambulante Militar Nº 7. Su condición de masón le fue positiva en su estadía y trabajos previos en México con los masones O’Donojú e Iturbide. Gracias a ello recibió el apoyo de masones cubanos para fugarse de una cárcel en La Habana e integrarse inmediatamente a las fuerzas armadas del masón Bolívar
¡¡Sus restos yacen abonando alguna fosa común en tierra de Colombia!!
Apenas alcanzada la independencia patria en la mayoría de las naciones de nuestra América, apareció la Doctrina Monroe: “América para los americanos”. En el mensaje que envió el presidente James Monroe al Congreso de Estados Unidos de América (EE.UU.A.) el 2 de diciembre de 1823. En el dejó sentado los principios de la mencionada doctrina: “la no colonización europea en América, el impedir la extensión del sistema político europeo en las naciones americanas; y la no intervención europea de ningún género en los países de América, con el propósito de oprimirlos o controlar de otra manera su destino.
Planteamientos defensivos contra la Europa imperial que terminaron interpretados por ellos como América para EE.UU.A el cual era el objetivo oculto.
De los próceres latinoamericanos y caribeños, el puertorriqueño Dr. Ramón Emeterio Betances Alacán fue el único que en su momento le fue contestario al imperio cuando este pretendía apoderarse de todas las Antillas, con su declaración perenne: “América para los americanos, pero las Antillas para los antillanos”
El Congreso Anfictiónico de Panamá, instalado en la Sala Capitular del Convento de San Francisco, el 2 de julio de 1826 y que sesionó hasta el 15 de julio del mismo año, convocado por Simón Bolívar, tenía objetivos revolucionarios, más abarcadores y justicieros. Se buscó con el Congreso crear tratados de amistad, comerciales y de defensa mutua entre las naciones latinoamericanas recién independizadas para poder enfrentar los proyecto de recolonización de América establecido en el Congreso de Viena de 1815 – el cual había reestructurado conservadora y monárquicamente a Europa luego de la derrota de Napoleón Bonaparte – y a su brazo armado: la Santa Alianza ( alianza entre el rey de Prusia, el zar de Rusia, el emperador de Austria y el rey de Francia)
Su gran objetivo era la creación de una democrática fraternal confederación política, económica y militar que incluyera a todas las naciones latinoamericanas que habían advenido en años previos a la independencia y soberanía
Para desgracia de nuestra América y de la humanidad no asistieron al Congreso todos los convocados a diferencia de otro no deseado. Asistieron los plenipotenciarios de la Gran Colombia, de Centroamérica, de Perú y de México. Faltaron por diferentes razones Brasil, Chile y Río de la Plata (Argentina). Como países observadores asistieron Gran Bretaña, EE.UU.A y los Países Bajos. EE.UU.A. no incluido por Bolívar asistió por invitación del colombiano Francisco Santander opuesto a los proyectos de Bolívar. Y el gran ausente, por exclusión fue Haití.
En ese momento prevaleció en la balanza los intereses de Estados sobre la solidaridad y gratitud internacional al ser excluida la “Cuna de la Independencia de América Latina y el Caribe” e incluidos en la invitación los Estados esclavistas de Brasil y EE. UU.A. ¡Tremenda ingratitud y afrenta a Haití !
Los plenipotenciarios en el Congreso de Panamá aprobaron cuatro tratados: De ellos los más importantes fueron el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua y el Tratado de Convención de Contingentes.
En el primero se encuentran elementos políticos que aún tienen vigencia para Latinoamérica y el Caribe, y otros que posteriormente fueron incluidos en la primera organización política de carácter y jurisdicción internacional: la Sociedad de Naciones. Sobresalen: La creación de la Confederación de Estados Americanos para la consolidación de la paz y defensa de sus derechos. La defensa de la independencia política y la integridad territorial de los confederados. La solución pacífica y obligatoria de las controversias. La violación del pacto en materia de paz o el irrespeto a las decisiones de la asamblea conlleva la expulsión del confederado. “La ciudadanía continental”. La abolición de la esclavitud. Y la democracia
El Tratado de Convención de Contingentes cubrió el ejército confederado (60,000) que debían levantar los confederados, estableciendo sus respectivas cuotas a cubrir. México: 32,750; Colombia: 15,250; Centroamérica: 6,750, y Perú: 5,250. También se establecieron los lugares en donde debían estar los contingentes para poder auxiliarse mutuamente sin dejar desprotegidos sus respectivos países, así como los buques de guerra que debían aportar.
No se pudo realizar posteriormente en Tacubaya, México (1828) el Segundo Congreso Anfictiónico en donde se tenía que ratificar los tratados aprobados. Solo Colombia los ratificó.
Es importante señalar que aunque no era parte oficial para tratar en el Congreso de Panamá el tema de la independencia de Cuba y Puerto Rico estaba incluido tras bambalina. Situación en gran medida entendible por la ausencia de Haití, porque en ambas Antillas prevalecía la esclavitud, por la asistencia del indeseado (EE.UU.A.) y porque para lograr las mismas tendrían que ser por expediciones armadas.
Igualmente, es importante resaltar que el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826 fue el precedente, además, de la fundación de la Sociedad de Naciones, de la Organización de las Naciones Unidas de la Organización de Estados Americanos y de la recién fundada Confederación de Estado Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)
Lograr la independencia de Cuba y Puerto Rico mediante expediciones armadas se había considerado (y medio organizado) previo al Congreso de Panamá por la Gran Colombia comandada por Bolívar y la República Mexicana bajo la presidencia de José Miguel Fernández Félix (Guadalupe Victoria) Ambos Jefes latinoamericanos estaban conscientes que mientras Cuba y Puerto Rico fuesen bastiones españoles las soberanías de las recientes repúblicas latinoamericanas estarían en peligro. El tiempo se ocupó de comprobar lo anterior.
Previamente Bolívar había reflexionado sobre Puerto Rico y Cuba. Al analizar Bolívar los problemas latinoamericanos en su célebre Carta de Jamaica (6 de septiembre de 1815) refiriéndose a Cuba y Puerto Rico expresó; “Las islas de Puerto Rico y Cuba, que, entre ambas, pueden formar una población entre 700 a 800 mil almas, son las que más tranquilamente poseen los españoles, porque están fuera de los contactos de los independentistas. ¿Más no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desean su bienestar?
Asesinados Bolívar y Sucre, muertos otros y otras de los que nos dieron patrias. América Latina convulsa internamente desde tierra azteca hasta la Patagonia. La lucha de clases y de Estados en todo su esplendor; en expansionismo imperial EE.UU.A.; Inglaterra imperial impulsando y protegiendo sus intereses comerciales, quedó en status quo por 42 largos años la condición colonial de Puerto Rico y Cuba por negociaciones y acuerdos diplomáticos y políticos (públicos y secretos) entre España, México, EE.UU.A e Inglaterra.
Inspirado en la derrota que le infligieron los mexicanos al imperio francés bajo la dirección del indio de Guelatao, Benito Juárez García y cansados de esperar de España las libertades que no quería dar, el 23 de septiembre de 1868 estalló el Grito de Lares en Puerto Rico que declaró con las armas la independencia y la República de Puerto Rico, la emancipación de los esclavos y la terminación del trabajo servil agrario. Le siguió Cuba diecisiete días después con el Grito de Yara.. Son estas dos manifestaciones independentistas prueba contundente de la solidaridad continental pues en ambas participaron ciudadanos de otros países latinoamericanos y caribeños. El Jefe militar de la revolución puertorriqueña fue el venezolano Manuel Rojas y el de Cuba, el dominicano Máximo Gómez Báez.
Previamente, desde la ciudad de Nueva York, donde estaba exilado Betances, el 16 de julio de 1897 el Comité Revolucionario de Puerto Rico emitió un manifiesto suscrito por su directiva. Al final terminó llamando a los puertorriqueños y cubanos para que unidos formaran la Confederación Antillana: “¡Cubanos y puertorriqueños!, unid vuestros esfuerzos, trabajad en concierto, somos hermanos, somos uno en la desgracia; seamos uno también en la Revolución y en la independencia de Cuba y Puerto Rico. Así podremos formar mañana la confederación de las Antillas”.
Ahogada a sangre y fuego la revolución puertorriqueña, los próceres puertorriqueños, el doctor Ramón Emeterio Betances Alacán, el abogado Segundo Ruiz Belvis, el doctor José Francisco Basora y el pedagogo Eugenio María Hostos Bonilla, dedican todos sus esfuerzos a la liberación de Cuba, esperando la ayuda de la Antilla mayor después de la victoria. Para una vez independiente Puerto Rico crear la Confederación Antillana (magno proyecto de Betances, “Padre de la patria Puertorriqueña). Insurrectos puertorriqueños del Grito de Lares y el moderno arsenal principal (para armar a 15,000 independentistas, incluyendo el buque armado El Telégrafo, depositados en San Thomas, Haití y Curazao) producto de 15 años de trabajo clandestino de Betances que no llegó a tiempo a Puerto Rico engrosaron al Ejército Mambí y fortalecieron su armamento. Igualmente colaboraron para impedir la anexión (o venta de partes de sus territorios) de la República Dominicana y Haití a EE.UU.A.
Hostos, promueve incansablemente la independencia cubana (y con ella la de Puerto Rico) escribiendo y fundando periódicos en su extenso periplo por Centro y Sur América. El Dr. Betances, llega a ser Representante Plenipotenciario y Extraordinario de los insurrectos cubanos en toda Europa. Ruiz Belvis, muere misteriosamente en Chile, país al que fue en busca de apoyo ofrecido previamente por el político Benjamín Vicuña Mackena. Basora, crea un Comité Revolucionario en New York en apoyo a la independencia de ambas Antillas.
Desgastada luego de 10 años continuos de asimétricos combates se apaga el resplandor revolucionario cubano y se llega a un armisticio mediante el Pacto del Zanjón, Cuba por la mayoría de los Jefes y Oficiales cubanos. Otros Oficiales se oponen al armisticio (Protesta de Baraguá) Sobresaliendo entre ellos el cubano-venezolano Antonio Maceo Grajales y el puertorriqueño Juan Ríus Rivera quien había participado en el Grito de Lares.
Renace la lucha independentista en las últimas dos colonias españolas en el 1892 cuando el ilustre José Martí funda con cubanos y puertorriqueños en el exilio el Partido Revolucionario Cubano (Betances le llamaba el Partido Revolucionario Cubano y Puertorriqueño en honor a quienes lo fundaron) en la ciudad de Nueva York, EE.UU.A., para combatir por la independencia de Cuba y fomenta y auxiliar la de Puerto Rico. El ilustre puertorriqueño Sotero Figueroa pone a disposición de los independentistas su imprenta en Nueva York. En ella se publicó por años el periódico Patria. Siendo Sotero y José Martí sus co-directores.
A partir de ese momento, cubanos y puertorriqueños – apoyados por combatientes de casi todas las naciones libres de América – derramaron por igual sudor, lágrimas y sangre por la independencia de Cuba. Antesala de la de Puerto Rico. Uno de cada cuatro soldados mambises era puertorriqueño. La solidaridad internacional de los latinoamericanos y caribeños estaba nuevamente en todo su apogeo.
Martí, con su verbo y constancia logra integrar al proyecto a los Jefes militares Máximo Gómez y Antonio Maceo (veteranos de la Guerra de los 10 Años) para que comandaran la campaña militar. Llama también al Gral. puertorriqueño Ríus Rivera, quien recogerá la bandera libertaria de Maceo cuando este cae en combate.
Le escribe a Betances demandando su colaboración bajo el pensamiento siguiente: “Yo sé que para usted no existe mar entre Cuba y Puerto Rico”. Betances le contesta a Martí: “Use mi nombre y llévelo hasta el mismo infierno por la independencia de Cuba y Puerto Rico.” Betances, el Decano de la independencia de Puerto Rico y Cuba, recurre a sus últimas fuerzas para dedicarse totalmente a la causa antillana en todas las formas imaginables. Hostos (uno de los 50 sabios que ha parido la humanidad) sustituye su prestigiosa cátedra en Chile (previamente había sido catedrático en Venezuela y había fundado la Escuela Normalista en República Dominicana) para fomentar la independencia antillana y se convierte en su embajador en el Cono Sur.
A diferencia de la Guerra de los 10 Años, en esta nueva etapa la guerra independentista (1892-1898) se extiende hasta el occidente de Cuba.
España, ante la eminente derrota en la Antilla mayor, presionada internacionalmente, consciente del proyecto intervencionista de EE.UU.A. en la Guerra Iberoantillana y de los reclamos libertarios puertorriqueños (levantamientos armados independentistas en los municipios de Ciales y Yauco), así como de la cercana insurrección armada en Puerto Rico con el apoyo de Cuba, opta por negociar en igualdad de condiciones con los puertorriqueños en la isla la Carta Autonómica Puertorriqueña (25 de noviembre de 1897) Usando como modelo la política de la monarquía constitucional británica. Era preferible una independencia por etapas negociada manteniendo lazos comerciales que una derrota militar sin lazos comerciales con sus ex colonias.
Tan eminente era la derrota militar para España que meses antes el “Titán de Bronce”, Antonio Maceo escribió: “Cuando Cuba sea libre, solicitaré del Gobierno que se constituya, permiso para hacer la libertad de Puerto Rico, pues no me gustaría entregar la espada dejando esclava a esa porción de América”
El régimen autonómico negociado con la monarquía de España era una carta constitucional que reconocía y otorgaba poderes de soberanía a Puerto Rico. Entre ellos el de negociar tratados de reciprocidad comercial, el de hacer y crear aranceles de aduana, acuñar su propia moneda, tener su propio sistema postal. Y sobre todo el reconocerle personalidad jurídica internacional a Puerto Rico. Las leyes españolas que se le aplicaran a Puerto Rico tenían que ser previa aprobación del poder legislativo puertorriqueño. Igualmente no se podía modificar la Carta Autonómica, el régimen autonómico ni las relaciones entre España y Puerto Rico sin el previo consentimiento explícito de Puerto Rico. La voluntad nacional puertorriqueña, había logrado de España en negociación bilateral el reconocimiento de su autonomía.
Estando cercano el triunfo militar de los antillanos, bajo la excusa baladí del hundimiento de su buque de guerra Maine en el puerto de La Habana, Cuba, EE.UU.A. interviene militarmente en la guerra existente entre España y Cuba. Invade militarmente primero a Cuba y luego a Puerto Rico (país que no estaba en beligerancia con España ni con EE.UU. A.) el 25 de julio de 1898. Previamente, en marzo de igual año, sin previo aviso y sin declaración de guerra su armada atacó terrorista y sorpresivamente en horas de la madrugada a San Juan, capital de Puerto Rico. Decenas de civiles murieron y fueron heridos.
La ocupación militar de EE.UU.A., a partir de la fecha indicada, se produjo sin que mediara para ello ni el consentimiento del Gobierno Autonómico de Puerto Rico, ni la solicitud de fuerza alguna – ni de dentro ni de fuera de Puerto Rico – y sin el requerimiento o el consentimiento del parlamento puertorriqueño, que era el único cuerpo político desde el que podía partir la iniciativa para modificar el status político de Puerto Rico consignado en su constitución autonómica.
Eugenio Ma. Hostos Bonilla, abandona Chile y se dirige a Venezuela y Nueva York para consultar a los puertorriqueños y luego va a Washington para plantearle personalmente al Presidente de EE.UU.A., William Mckinley el caso de Puerto Rico y demandarle virilmente el reconocimiento del derecho de su nación a vivir autonómica y libremente. Pide la independencia de Puerto Rico. No se le escucha. Ante la negativa de Mckinley recurre a las autoridades norteamericanas pidiéndole que se consulte a Puerto Rico sobre su destino político. También se desoye su voz. Fue sordo el imperio ante los reclamos de democracia y libertad. Por su altivez al reclamar la independencia de su patria McKinley calificó a Hostos como el “Arrogante Antillano.”
Según Hostos, la mayoría de los puertorriqueños en la isla al saber de las ofertas de libertad expresada en la Proclama del Gral. Nelson Miles, Jefe de las fuerzas militares invasoras, creyeron que EE.UU.A. le otorgaría la independencia total a Puerto Rico como estaba contemplada para Cuba. Desconocían que el cubano anexionista y ciudadano norteamericano, Tomás Estrada Palma (quien sustituyera a Martí al morir éste en Dos Ríos, Cuba), como Delegado del Partido Revolucionario Cubano había excluido a Puerto Rico en las negociaciones con los políticos estadounidense que dio lugar a la Resolución Conjunta del Congreso de EE.UU.A., donde se reconocía el derecho de Cuba a la independencia.
Estrada, sin vergüenza, moral ni ética alguna olvidó la tremenda solidaridad que por 30 años consecutivos existió entre los patriotas de las dos Antillas irredentas. Ignoró el propio contenido del Partido Revolucionario Cubano. Ignoró el armamento puertorriqueño entregado a Cuba insurrecta. Ignoró el trabajo diplomático y político de Betances y Hostos en busca de la independencia de Cuba. Ignoró la sangre de cientos de puertorriqueños que regaron la tierra cubana combatiendo por su independencia.
Su vileza contra la libertad de Puerto Rico llegó a los extremos de inducir al imperio estadounidense para que invadiera a Puerto Rico y lo usara como botín de guerra. En un análisis político que diplomáticamente le hizo llegar a los congresistas norteamericanos les dijo: “Puerto Rico está en una condición económica floreciente mientras Cuba está en cenizas. Tiene un gran bienestar y una indemnización de guerra puede lograrse inmediatamente” (En ese momento el comercio puertorriqueño tenía 1,759,909 pesos en oro y plata como superávit)
Estrada, émulo de Santander, promovió y logró la intervención armada de EEUUA en la beligerancia hispano antillana. En su momento ordenó a las fuerzas militares cubanas en el Oriente de Cuba que apoyaran el desembarco de las fuerzas norteamericanas y le ayudaran en sus ataques contra las fuerzas españolas hasta la derrota final de España. Por meses impidió que le llegara al Gral. Maceo pertrechos y combatientes en el frente occidental. En gran medida la muerte del “Titán de Bronce” se debió a su sucia política.
El plan de Estrada y la de otros de anexionar a Cuba a EE.UU.A. siguiendo el precedente de Texas – una vez negociado el Tratado de Paz de París – se vio truncado por el general puertorriqueño Juan Ríus Rivera. Puertorriqueño que había perdido de un balazo en la Guerra de los 10 Años parte de su mano derecha. El que había sobrevivido a dos impactos de balas 7 milímetros en el, pecho de un máuser español mientras comandaba el frente occidental en sustitución de Maceo. El mismo que le contestó a un oficial español cuando este le exhortó a que se rindiera: “Mis armas solo las entrego muerto” Con ese caudal militar y moral respaldando su persona le dijo al pueblo cubano – ya Cuba invadida y ocupada militarmente por EE.UU.A. – “Que el futuro político de Cuba se tenía que regir por la Resolución Conjunta del Congreso de EE.UU.A. y no por el Tratado de Paz de París. Ese fue el sendero que siguieron los cubanos
El actuar de Tomás Estrada Palma en cualquier lugar del planeta y en cualquier tiempo se llama TRAICIÓN
Betances no creyó en los cantos de sirena de la Proclama del Gral. Miles. Y desde su exilio en París, Francia expresó: “ No quiero colonia ni con España ni con Estados Unidos Deseo mi patria libre , porque sin libertad no hay vida digna ni progreso positivo”
El 12 de agosto de 1898, el gobierno de Washington aceptó las preposiciones de paz que a través del gobierno francés le hiciera Madrid, capital de España. La cesión de Puerto Rico (como botín de guerra) fue una de las condiciones exigidas por el Gobierno norteamericano al español para la suspensión de las hostilidades.
El Tratado de paz firmado en París el 10 de diciembre de 1898, disponía que “España cede a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico, quedando la condición política y los derechos civiles de los habitantes de la isla sujetos a lo que el Congreso norteamericano determinare.”
España cobarde e indecorosamente violó la Carta Autonómica que meses antes había negociado con Puerto Rico. Cobarde porque con ello evitó que las flotas de guerra norteamericanas atacaran sus litorales ya que sus viejas flotas de guerra habían sido destruidas en Las Filipinas y en el Caribe por las de EE.UUA.
EE.UU.A. no podía ignorar la situación política de Puerto Rico porque era conocida internacionalmente. Su propio gobierno presionó para ello. Y era por demás evidente que si la lucha entre España – que había acordado mediante negociación con Puerto Rico la constitución autonómica, base preliminar a su total independencia – vio lesionada su situación como consecuencia de su beligerancia con EE.UU.A., el Estado vencedor (EE.UU.A.) no podía imponerle al Puerto Rico autonómico, pronto para alcanzar su independencia total, condiciones que eliminaran las conquistas políticas y económicas que ya había alcanzado luego de más de 100 años de constante lucha.
No obstante, EE.UU.A procedió al establecimiento de un régimen intervencionista, – primero militar y luego civil, de carácter colonial mediante la carta orgánica llamada “Ley Foraker”, aprobada en el Congreso norteamericano para Puerto Rico, el 12 de abril de 1900 – que trajo como consecuencia la disolución total de los organismos gubernamentales autonómicos puertorriqueños.
Así se cerró, al comienzo mismo del siglo XX el ciclo independentista puertorriqueño del siglo XIX que tanto aportó, directa e indirectamente, a la independencia y soberanía de muchas de las actuales repúblicas latinoamericanas y caribeñas.
Esas aportaciones y contribuciones de los patriotas puertorriqueños previamente expresadas, desde las militares en México (incluyendo los Estados centroamericanos que se independizaron de México), Venezuela, Colombia, Panamá, Perú, República Dominicana, Haití y Cuba; las masónicas en México, Venezuela, Colombia y Perú; las diplomáticas y políticas en Europa y el Cono Sur; las periodísticas y pedagógicas en Europa, EE.UU.A, Venezuela, República Dominicana, Perú y Chile, eran más que suficiente para que Puerto Rico hubiese sido incluido por derecho propio como miembro fundador y activo de la recién fundada Confederación de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Como miembro fundador y activo, no como miembro observados, que conste. Pero nuevamente pesó más en la balanza los intereses de los Estados (no la de los pueblos) que la solidaridad internacional.
¡¡ Menos mal que en el coro de sordos y mudos hubo un mandatario que desentonó mencionando la ausencia de Puerto Rico, el comandante Daniel Ortega de Nicaragua, quien honra el legado libertario del nicaragüense “General de Hombres Libres”, Augusto César Sandino ¡ ¡Gracias eternas varón¡
Pero hay más, muchas más aportaciones y contribuciones de los patriotas puertorriqueños a la libertad y soberanía de América que incluiremos en la continuación del presente escrito junto con los fundamentos del por qué se debió y se debe incluir con plenos poderes a Puerto Rico como miembro de la CELAC, así como los cánceres que lleva en sus entrañas la CELAC
En México, D. F. a 7 de diciembre de 2011
Por la Coordinación del CAPR en D,F.
Comité Amigos de Puerto Rico Jalapa 213, Col. Roma, Cuauhtémoc, D. F., México, C. P. 06700, 5574-0792, 5761-7672<comité_amigos_pr@hotmail.com>
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